ORACIÓN DE LA
BEATA ISABEL DE LA
TRINIDAD
¡Oh Dios mío, trinidad
adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!
¡Oh mi Cristo amado,
crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti
mismo, que identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu alma; que me
sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida.
Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador...
¡Oh fuego consumidor,
Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación
del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve
todo su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate
sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto
todas tus complacencias.
¡Oh mis tres, mi todo, mi
dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una
presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a
contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.
ORACIÓN DE
SANTA CATALINA DE SIENA
¡Oh Trinidad eterna! Tú eres
un mar sin fondo en el que, cuanto más me hundo, más te encuentro; y cuanto más
te encuentro, más te busco todavía. De ti jamás se puede decir: ¡basta! El alma
que se sacia en tus profundidades, te desea sin cesar, porque siempre está
hambrienta de ti, Trinidad eterna; siempre está deseosa de ver tu luz en tu
luz. Como el ciervo suspira por el agua viva de las fuentes, así mi alma ansía
salir de la prisión tenebrosa del cuerpo, para verte de verdad...
¿Podrás darme algo más que
darte a ti mismo? Tú eres el fuego que siempre arde, sin consumirse jamás. Tú
eres el fuego que consume en sí todo amor propio del alma; tú eres la luz por
encima de toda luz...
Tú eres el vestido que cubre
toda desnudez, el alimento que alegra con su dulzura a todos los que tienen
hambre. ¡Pues tú eres dulce, sin nada de amargor!
¡Revísteme, Trinidad eterna,
revísteme de ti misma para que pase esta vida mortal en la verdadera obediencia
y en la luz de la fe santísima, con la que tú has embriagado a mi alma!
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Tú eres santo, Señor Dios
único, que haces maravillas.
Tú eres fuerte, tú eres
grande, tú eres altísimo.
Tú eres rey omnipotente, tú
eres Padre santo, Rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Señor
Dios, todo bien.
Tú eres el bien, todo bien,
sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, tú
eres sabiduría.
Tú eres humildad, tú eres
paciencia, tú eres seguridad.
Tú eres quietud, tú eres
gozo y alegría.
Tú eres justicia y
templanza.
Tú eres todas nuestras
riquezas a satisfacción.
Tú eres hermosura, tú eres
mansedumbre.
Tú eres protector, tú eres
custodio y defensor.
Tú eres fortaleza, tú eres
refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra,
tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulzura
nuestra.
Tú eres la vida eterna
nuestra, grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso salvador.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
DE JUAN PABLO II
1. Bendito seas, Padre,
que en tu infinito amor nos has dado a tu Unigénito Hijo, hecho carne por obra
del Espíritu Santo en el seno purísimo de la Virgen María, y nacido en Belén
hace ahora dos mil años.
Él se ha hecho nuestro
compañero de viaje y ha dado nuevo significado a la historia, que es un camino
hecho juntos, en el trabajo y en el sufrimiento, en la fidelidad y en el amor,
hacia aquellos cielos nuevos y hacia aquella tierra nueva, en la que Tú,
vencida la muerte, serás todo en todos.
¡Alabanza y gloria a Ti,
Trinidad Santísima, único y sumo Dios!
2. Haz, Padre, que por
tu gracia el Año jubilar sea un tiempo de conversión profunda y de alegre
retorno a Ti; concédenos que sea un tiempo de reconciliación entre los hombres
y de redescubierta concordia entre las naciones; tiempo en el que las lanzas se
truequen en hoces, y al fragor de las armas sucedan cantos de paz. Concédenos,
Padre, vivir el Año jubilar dóciles a la voz del Espíritu, fieles en el
seguimiento de Cristo, asiduos en la escucha de la Palabra y en la asiduidad a
las fuentes de la gracia.
¡Alabanza y gloria a Ti,
Trinidad Santísima, único y sumo Dios!
3. Sostén, Padre, con la
fuerza del Espíritu, el empeño de la Iglesia en favor de la nueva
evangelización y guía nuestros pasos por los caminos del mundo para anunciar a
Cristo con la vida, orientando nuestra peregrinación terrena hacia la Ciudad de
la luz. Haz, Padre, que brillen los discípulos de tu Hijo por su amor hacia los
pobres y oprimidos; que sean solidarios con los necesitados, y generosos en las
obras de misericordia, e indulgentes con los hermanos para obtener ellos mismos
de Ti indulgencia y perdón.
¡Alabanza y gloria a Ti,
Trinidad Santísima, único y sumo Dios!
4. Haz, Padre, que los
discípulos de tu Hijo, purificada la memoria y reconocidas las propias culpas,
sean una sola cosa, de suerte que el mundo crea. Otorga que se dilate el
diálogo entre los seguidores de las grandes religiones, de suerte que todos los
hombres descubran la alegría de ser tus hijos.
Haz que a la voz suplicante
de María, Madre de las gentes, se unan las voces orantes de los apóstoles y de
los mártires cristianos, de los justos de todo pueblo y de todo tiempo, para
que el Año Santo sea para todos y para la Iglesia, motivo de renovada esperanza
y de júbilo en el Espíritu.
¡Alabanza y gloria a Ti,
Trinidad Santísima, único y sumo Dios!
5. ¡A Ti, Padre
omnipotente, origen del cosmos y del hombre, por Cristo, el Viviente, Señor del
tiempo y de la historia, en el Espíritu que santifica el universo, la alabanza,
el honor, la gloria, hoy y en los siglos sin fin. Amén!
¡Alabanza y gloria a Ti,
Trinidad Santísima, único y sumo Dios!
(De Juan Pablo II, para el Jubileo 2000)
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